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Mi primer viaje: Egipto 2001

A los 17 viajé a Egipto. En la capital, El Cairo, se disputaba el mundial de vóley, y yo jugaba en la selección de mi país: Argentina. Septiembre, 2001. Jugué de titular, perdimos unos partidos, ganamos otros, y quedamos en la 9na posición de un total de 18. No éramos los mejores, definitivamente. Pero había empezado bien. Quería ser jugador profesional. Era mi sueño, y puedo decir con orgullo que lo cumplí.

Diez años después, en la cima de mi carrera deportiva, plena liga nacional, me echan del club para el que jugaba. Causa: bajo rendimiento. En ese momento me sentí devastado. Luego, chateando con un ex compañero del club, me confiesa: “no estabas bien”. Me tomé mi tiempo para pensar: mi amigo tenía razón. No estaba bien.

Nací y crecí en Villa Mercedes, una ciudad ubicada en el centro geográfico de la Argentina, en la provincia de San Luis. Lo que se conoce como “el interior”. Todo un paisano, con perfil europeo: 1,90 de altura, ojos azules, tirando palabras en inglés. Para un paisano como yo, que empezó a jugar en un club de barrio, pagando la cuota del mes, llegar a jugar en la selección de su país, es todo un logro.

Pero no quiero hablarles de mis comienzos. Podría contarles que mientras yo estaba jugando al vóley en Egipto, en Nueva York dos aviones se estrellaban contra las torres gemelas. Y que cuando vimos en la tele la noticia en árabe, sin entender nada, no lo podíamos creer. Menos aún cuando el segundo avión se incrustó en la segunda torre. Pero esto tampoco me interesa. Me interesa el chat con mi ex compañero: “algo te pasaba”, me dijo. Reflexioné, y recién entonces pude ver el problema. Mi rendimiento había bajado porque había perdido la motivación.

La motivación de competir, de querer ganar. Todos sabemos que en cualquier deporte, A quiere ganarle a B, del mismo modo que B quiere ganarle a A. Esa es la llave del éxito: mientras más competitivo seas, más alto será tu rendimiento. Hay hombres, gigantes del otro lado de la red, que harán todo lo posible por comerte, salvo que tú los comas antes a ellos. Lo que pasó conmigo a mis 27 años era que ya no deseaba comer a nadie. El vóley ya no era para mí una práctica sana. Era algo más parecido al canibalismo que al deporte.

Pero entonces no lo vi porque la presión era alta. Jugar al vóley era lo único que sabía hacer. De a poco empecé a escribir más, a disfrutar del arte, de la naturaleza. Volví a sentir adrenalina en las venas. Lo único que quería era que me pagaran por escribir. Trabajé en una fábrica de perfumes, metía los frascos de vidrio en sus cajitas. Probé de parrillero en un restorán chino, hacía asados en un cubo de cristal, a la vista de los comensales… Bizarro, ¿no? 

Un día entré a trabajar como periodista en la redacción de un diario. Logré que me pagaran por escribir. Nunca más jugué al vóley. Tampoco volví a hablar con mi compañero. Aprendí, gané dinero escribiendo, y cuando llegó el momento de abandonar la redacción, lo hice. Ya no me representaba un desafío para mí. El periodismo es eso: describir la realidad. Yo quería inventar historias. En 2017 publiqué mi primera novela.

Y sigo escribiendo. Renuncié al trabajo fijo y empecé a viajar. Quería saber lo que era “vivir viajando”. Adapté una furgoneta, y estuve viajando un año por Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay. Viajar, leer, escribir, conocer gente, aprender, disfrutar, moverme, descubrir, amar. Eso es lo que quiero.

Darnos cuenta de las cosas, mirarnos al espejo y tener el valor de escarbar. Por suerte, nuestro cuerpo nos manda señales para que reaccionemos a tiempo. Hay personas que tardan meses, otros tardan 20 años, y hay personas que se mueren sin darse cuenta. ¿En qué etapa estás vos?

1 respuesta en “Mi primer viaje: Egipto 2001”

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